La Mujer y el Gigante de Marte (2024)


En la tierra roja de Marte, donde los cielos son eternamente rojos y las sombras se alargan como dedos gigantes, una escena asombrosa se desarrollaba. En lo alto de la montaña más alta, un hombre gigante estaba sentado tranquilamente, fumando un cigarro que emitía humo azul. A sus pies, una mujer pequeña lo miraba con curiosidad y desaprobación. Ella era una científica terrestre, enviada a explorar el planeta rojo en busca de secretos perdidos.


El gigante había vivido en Marte desde tiempos inmemoriales. Era más que un gigante; era un guardián de antiguos secretos marcianos. Sin embargo, como muchos seres sabios, también tenía sus peculiaridades. Fumaba un tabaco especial que crecía solo en las cuevas más profundas de Marte.


—¿Quién eres tú? —preguntó la mujer con voz temblorosa.


El gigante exhaló una nube de humo y la miró con ojos brillantes como la plata.


—Soy el guardián de Marte. Y tú, pequeña humana, ¿qué haces aquí?


La mujer tragó saliva nerviosamente.


—Soy una científica de la Tierra. Estoy aquí para estudiar Marte y descubrir sus secretos.


El gigante sonrió con una sonrisa que parecía tallada en piedra.


—Los secretos de Marte no se revelan fácilmente. Pero veo que eres curiosa. Siéntate y dime qué deseas saber.


Con cautela, la mujer se acercó y se sentó junto al gigante. El olor del tabaco marciano llenaba el aire, y la mujer arrugó la nariz involuntariamente.


—Este olor es bastante fuerte —dijo, sin pensar.


El gigante soltó una carcajada profunda que resonó en las montañas.


—No todos aprecian el aroma del tabaco marciano —dijo, riendo—. Pero no estamos aquí por eso. Cuéntame, ¿qué te intriga?


La mujer miró las lunas de Marte mientras comenzaban a brillar en el cielo crepuscular.


—Quiero saber por qué Marte necesita un guardián como tú.


El gigante la miró con intensidad.


—Marte guarda secretos antiguos, secretos que podrían cambiar el destino de muchos mundos. Estoy aquí para proteger esos secretos, asegurarme de que solo los dignos puedan descubrirlos.


La mujer asintió lentamente, comprendiendo que este encuentro era solo el inicio de una aventura más grande de lo que jamás hubiera imaginado. Mientras el gigante fumaba y las estrellas brillaban sobre ellos, supo que su vida nunca volvería a ser la misma.

 

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